A Pedra que Fala

Municipio: Santiago
Parroquia: San Xoán de Fecha
Lugar: Vilar do Rei.

 

Accesibilidad: Fácil. Se encuentra a pocos metros de la carretera y se sitúa en un afloramiento de grandes dimensiones muy visible. Carece de señalización.

Acceso: Para acercarse a esta estación rupestre hay que tomar la carretera DP-0701 que une Compostela con Portomouro (Val do Dubra). En San Xoán de Fecha se coge un desvío a la derecha en dirección Vilar do Rei. Se debe continuar por esta carretera durante 4 kilómetros. Antes de llegar a Vilar do Rei hay que tomar otro desvío a la derecha a la altura de una marquesina de autobús. Desde el cruce, a unos 200 metros hay 2 caminos de monte a la izquierda y derecha de la carretera respectivamente. Se toma el camino de la izquierda y a pocos metros, a un lado del sendero, se puede ver una peña de grandes dimensiones donde están los grabados.

 

Descripción

Los grabados A Pedra que Fala poseen un gran interés tanto por el folclore asociado a ellos, como por la enorme cantidad de motivos representados y por la diferente cronología de los mismos. De hecho, en la estación se aprecian desde las clásicas cazoletas y combinaciones circulares, datadas tradicionalmente en la Edad del Bronce, a otras figuras más recientes como cruces, herraduras o ballestas, situadas generalmente por los investigadores en época medieval.

Las diferencias en la forma del surco en las insculturas ayudan a establecer esta diferenciación. Los grabados del Bronce suelen presentar unos surcos con sección en «U», bastante redondeados, producto del uso de herramientas de piedra (probablemente de cuarzo) y de las técnicas combinadas de percusión y abrasión de la roca. Sin embargo, en los petroglifos más recientes y particularmente en los realizados en épocas históricas, el surco suele ser más estrecho, profundo, irregular y muchas veces tiene una sección en «V», fruto del empleo de herramientas metálicas.

Los petroglifos de A Pedra que Fala se encuentran sobre una gran peña ubicada en el margen del camino. Se trata de una roca muy irregular, con numerosas diaclasas o grietas naturales y abundantes fracturas provocadas por antiguos trabajos de cantería. Los grabados se reparten por distintos puntos de la peña y presentan diferentes estados de erosión.

El conjunto de grabados más destacado se encuentra en una zona inclinada del afloramiento orientada al camino. En ella se pueden ver hasta ocho combinaciones circulares de entre un y dos anillos concéntricos, casi todas con cazoleta central y también una figura compleja compuesta por tres combinaciones circulares unidas por una línea a través de los anillos exteriores. Todas estas figuras presentan el característico surco en «U» realizado con instrumentos de piedra.

Un segundo conjunto o grupo de motivos se encuentra en la misma pendiente cerca de dos piletas de formación natural, unidas por una especie de canales de desagüe. En este área aparecen unas ocho cruces y aproximadamente catorce herraduras, todas ellas realizadas con herramientas metálicas. Se completa este grupo con una pequeña combinación de círculo simple y cazoleta, probablemente prehistórica.

En la parte alta de la roca al lado de otras dos piletas naturales hay un tercer grupo de grabados compuesto por una alineación de 5 cazoletas y una cruz con cazoletas en los extremos, todos ellos con surco estrecho en «V». Un poco separado, se puede ver un cuarto pequeño grupo de tres figuras formado por dos herraduras y una cruz.

De forma aislada sobre la peña se aprecia también algún símbolo tipo ballesta, posibles alfabetiformes (letras) y rasgos de difícil interpretación, realizados en su mayor parte con instrumentos metálicos y de cronología desconocida, pero seguramente histórica.

El nombre de la roca se debe, según testimonio recogido a los vecinos en 1968 por Carlos García Martínez, al hecho de que respondía a todas las preguntas que se le hacían desde el camino. La plantación de eucaliptos en el entorno, parece que anuló esta extraordinaria facultad de la piedra.

 

Visibilidad

Los motivos históricos (cruces, herraduras y ballestas) son los más fácilmente visibles por presentar un menor grado de erosión. Las figuras prehistóricas resultan menos perceptibles por el paso del tiempo, pero también porque la superficie inclinada en la que se sitúan fue usada antiguamente como piedra “escorregadoira”, según cuentan los descubridores de la estación en el año 1968. La primera hora de la mañana y la última de la tarde son los mejores momentos para la observación de este petroglifo aprovechando la luz rasante del sol.